Los universitarios sevillanos se acogen a becas como la Erasmus para vivir un año en el extranjero.
Bosco Ferri
Un año fuera de casa, en el extranjero, sin padres ni familiares, con dinero de las becas... y a los 20 años. Aunque a priori la idea siempre sea la de estudiar un curso completo en un país extranjero, aprender otra lengua, subir nota y enriquecerse de una experiencia sin igual, lo cierto es que la diversión se convierte en el leitmotiv de los estudiantes de Erasmus por Europa, que pueden vivir libremente durante varios meses con más o menos apuros económicos, sociales o lingüísticos, pero con la satisfacción de haber aprovechado a lo grande un año de sus vidas.Cada alumno tiene su historia y, a falta de servicio militar obligatorio para los jóvenes, las batallitas de los Erasmus se convierten en tema de conversación permanente durante muchos años, sobre todo cuando se han tenido trabas en los inicios, se ha echado de menos a alguien o se han conocido a personas interesantes. Sin duda supone una experiencia especial, que cada año mejora para los alumnos de toda Europa, y sobre todo para los universitarios sevillanos.Así, Borja Durán, estudiante de Periodismo, de Erasmus en la Universidad de Cardiff (Gales), recibe 900 euros gracias a la beca general de movilidad, aunque apunta que "otros años rondaban los 300 euros al mes y este año te dan como mínimo 600", siendo la Hispalense una de las universidades que mejores ayudas ofrece con respecto al resto de las españolas. "Es una cantidad suficiente para vivir en el extranjero, incluso en un país como el Reino Unido donde todo es mucho más caro", añade este estuadiante, al que, como la mayoría de los Erasmus, "la mitad de la beca se me va en alquiler". Con más problemas cuentan estudiantes de otras ciudades con un nivel de vida más alto, como París, donde Isabel Sánchez, que cursa un master en Literatura Española, recibe 600 euros al mes, de los que 500 van para el piso, aunque "el gobierno francés ofrece ayudas de vivienda, unos 100 euros mensuales, pero éstas tardan en llegar".A los problemas económicos se añaden muchas veces los cambios pedagógicos, dependiendo de la carrera y del país, resultando más fácil o más complicado, según el caso. Para Ana Domínguez, estudiante de Medicina en Bari (Italia) "es un poco lioso y lo peor viene a la hora de explicárselo a los profesores a la vuelta, aunque como es igual todos los años, pues la mayoría ya lo saben". Las asignaturas cambian y los exámenes son distintos, si bien en la mayoría de universidades ponen facilidades a los alumnos de fuera y "los profesores son condescendientes y tienen en cuenta la barrera del idioma".De la misma manera habla María Ferrand, licenciada en Filología Árabe -recibió el premio extraordinario Fin de Carrera-, que ahora está estudiando Filología Italiana en Roma: "No le dan mucha importancia a la asistencia, los exámenes son todos orales y el nivel es alto, pero el sistema es completamente diferente. Además, es un desastre en cuanto a la organización, ya que no supe mis horarios hasta una semana después de que empezaran las clases y no había forma de encontrar a un profesor en su despacho".Sin embargo, la mayoría de ellos coincide en afirmar el buen ambiente universitario, sobre todo entre estudiantes de Erasmus, que crean sus propios grupos y que se juntan también para disfrutar de las noches. "Todas las semanas se organizan varias fiestas en pubs o conciertos para los estudiantes. Además aquí en la ciudad de Bari somos unos 70 Erasmus españoles y como es una ciudad bastante pequeña pues siempre hacemos planes juntos", explicaba Ana Domínguez. Por su parte, Borja Durán también comenta que en Cardiff "el ambiente universitario nocturno es de lunes a jueves, las discotecas abren todos los días y hacen noches especiales para estudiantes con precios reducidos". De la misma forma, en ciudades como ésta, llena de estudiantes, "te das cuenta de nuestra importancia cuando ves que las tiendas y muchos otros servicios tienen descuentos para estudiantes". Una aventura digna de vivir y de recordar, aunque se eche de menos a la familia y amigos y se pase algo de hambre y frío. "De Sevilla extraño el clima y también la comida, aunque soy mañosa y encuentro ingredientes para un buen puchero", señalaba Isabel Sánchez desde París, mientras que María Ferrand, además de todo lo anterior, reconocía echar de menos "ir andando a los sitios", e incluso moverse "en bicicleta", como apuntaba Borja Durán.
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