“La utopía es un espejismo que podrá ser engañoso, pero que es eterno”. Esta frase la pronunció Emilio Castelar en el Parlamento español allá por el año 1869 dentro de su discurso de defensa de la I Internacional , lo que por entonces no eran más que movimientos sociales de los obreros en pos de conseguir mejorar sus condiciones de vida y laborales, manifestados a través de varios congresos europeos.
“Un pensador arrojado a las llamas desaparecerá en cenizas sobre las alas del viento; pero su idea inmortal, su idea incombustible fletará sobre todas las hogueras y se reirá de todos los verdugos, teniendo su luz en los senos de la conciencia humana”. Con estas palabras cerraba su intervención en la sala parlamentaria este insigne maestro de la política, la palabra, el ensayo y del periodismo, sesión en la que se votaba sobre la prohibición en España de la Internacional , ante el peligro inminente de movilizaciones obreras violentas, algo que acababa de suceder en Francia.
Castelar fue un demócrata en tiempos donde aún eran muy jóvenes esos ideales en nuestra nación, defendía la libertad de expresión y la libertad de reunión como dos de los bastiones más importantes en los que se asentaba la Democracia. Apoyó a la Iglesia en sus protestas por la supresión de las órdenes religiosas, a los carlistas en su proclamación de otro monarca, a los tradicionalistas en su defensa de las ideas que los llevaban a la cárcel y también a los obreros en su lucha por mejorar sus derechos laborales… y no compartía los principios de ninguno, al menos con los últimos no todos.
El que luego fuera presidente del Gobierno, brevemente, durante la I República , era por tanto escuchado por todos y alabado por muchos, (también vilipendiado y condenado) sobre todo por su dialéctica y la defensa de valores tan universales como la educación: “Luego trató el Congreso de la educación íntegra, de la educación total que necesita el trabajador. Y en efecto, el hombre, para ser digno de su ministerio en la sociedad y en la naturaleza, debe educar sucesivamente todas sus facultades, y al llegar a la madurez de la vida conocer el conjunto de relaciones que lo ligan con el universo material y con el universo moral, con el mundo que se dilata por los espacios infinitos, y el mundo que se oculta en la inmensidad de su conciencia. Así debe educar el sentimiento, la primera facultad que se despierta en su alma. Tras el sentimiento la fantasía, a cuya luz puede espaciarse en los cielos del arte. Tras la fantasía la inteligencia, que le dará las nociones más indispensables de la vida. Tras la inteligencia la razón, sin cuya luz no puede conocer ni la naturaleza en que vive su cuerpo ni la sociedad en que vive su alma. Tras la razón debe educar la conciencia, que le enseña el bien y el mal, que le impone el Decálogo de sus deberes. Sólo así el hombre se desprende de esa existencia sensual, vegetativa, semejante a un feto eterno, a las entrañas de la naturaleza adherido, y se eleva al cumplimiento racional de su destino en la tierra y a la aceptación moral de su responsabilidad ante el mundo”. No se qué pensaría alguien como Castelar un siglo y medio después, con todas las tecnologías invadiendo y compartiendo nuestra existencia: la televisión, los videojuegos, los teléfonos móviles, los ordenadores… Ni siquiera había radio ni cine, y sobre la prensa ya advertía de los peligros de creer como una certeza universal algo escrito en un periódico, sólo por el hecho de verlo escrito, algo que parece que siempre se ha considerado casi como sagrado.
Sin duda, 150 años después han cambiado muchas cosas, aunque otras no tanto. En vez de 18 o 16 horas que trabajaban los obreros, ahora se han reducido a la mitad. Al menos en Europa. También se ha acabado con la explotación infantil en las fábricas, aunque sólo en Europa. Se han reconocido derechos fundamentales como el de la huelga, aunque en algunos lugares de Europa, como España, se siga viendo como una afrenta a la nación y a la democracia. Y es que los movimientos sindicales, así como los ciudadanos libres (15-M), siguen sin ser bien vistos por la clase política que ostenta el poder, donde no existe ni un solo dirigente con las ideas tan claras ni la dialéctica tan atrevida en defensa de los valores democráticos como Emilio Castelar. Ahora solo hay discursos vacíos y palabras vacuas, promovidos por un discurso de pensamiento único trabajado a través de técnicas modernas de marketing y comunicación, donde las únicas conclusiones posibles son las más pueriles vistas nunca, defendidas por algo tan infantil como el “y tú más”. Conservadores (PP) y progresistas (PSOE) deberían aprender más de esos valores de los inicios de la Democracia moderna, ahora que se cumplen 200 años de nuestra primera Constitución.
Por supuesto, también deberían volver la vista a la antigua Grecia, donde Platón y otros pensadores ya fundamentaron los ideales de gobierno: monarquía, oligarquía y democracia, y como las dos primeras, mal llevadas, se encaminan hacia las dictaduras, y la tercera, mal gestionada, se hunde en la demagogia. Esto es, sin duda, lo que ocurre en nuestros días, tiempos en los que los gobiernos pierden cada día más poder ante las grandes empresas, multinacionales energéticas, financieras, farmacéuticas, automovilísticas, agroalimentarias, tecnológicas y armamentísticas, entre otras, impulsadas por el liberalismo y el capitalismo atroz que campa ahora a sus anchas al haber acabado con la otra corriente económica del siglo XX: el comunismo. Todos los poderes fácticos, incluido los religiosos, han acabado por rendir pleitesía al consumismo desaforado y al ocio impuesto a base de narcotizar a la sociedad con la televisión, la publicidad y las nuevas tecnologías, en un intento más que acertado de usar estas herramientas tan importantes en el ejercicio del control total de las masas, así como destruir derechos tan fundamentales para el hombre como la intimidad y el honor bajo el pretexto del entretenimiento.
Sin embargo, esas mismas herramientas son las que nos confieren la libertad y la igualdad, la posibilidad de aprender y de comunicarnos, la de educarnos e informarnos a través de una conciencia crítica y la de sumar unos conocimientos culturales y artísticos tales que nunca en la historia de la humanidad se han producido. Contamos con bibliotecas, hemerotecas y pinacotecas virtuales al sencillo alcance de cualquiera, catálogos de documentos, libros y enciclopedias escritos desde hace siglos, obras artísticas de todos los tiempos en distintos formatos… Estamos mejor educados en la cultura y el arte que nunca, aunque también sobresaturados de información y de mensajes.
Son tiempos ahora por tanto, en la segunda década del siglo XXI, de mirar hacia atrás en la historia para aprender lo que ha servido y lo que no, lo que se puede repetir y mejorar, y lo que no hay que emular ni consentir. No podemos cerrar los ojos o rasgarnos las vestiduras cuando alguien hable de esclavitud, de genocidios, de guerras fratricidas, de dictaduras, de xenofobia… Los siglos XIX y XX nos han dado multitud de ejemplos negativos que se han producido y que no me voy a parar a describir, aunque es bastante evidente que muchas aún no se han superado ni asimilado y perduran sus consecuencias en nuestros días. De la Internacional y los movimientos obreros se puede concluir que derivaron en el anarquismo violento y en la lucha contra la propiedad privada, además de en el alzamiento del salvaje estalinismo y el controlador maoísmo, pero también salieron de ahí ideas revolucionarias que aún siguen vigentes, aunque nos cueste admitir, como la cooperación o la solidaridad. La situación dominante en estos días agrava día a día las diferencias económicas en las sociedades occidentales, además de las injustas relaciones con los países del Tercer Mundo, a los que se impide crecer y disfrutar de las mismas libertades y garantías comerciales del Primer Mundo.
Contra el capitalismo lucharon en el siglo XX los comunistas, pero también en principio los falangistas, fascistas y nacionalsocialistas, que desembocaron igualmente en las dictaduras militares de España, Italia, Alemania y diversos países americanos y africanos. Sin embargo, el pensamiento conservador y reaccionario actual no echa de menos esa característica, sino las que suponen el control más efectivo de la sociedad y repercuten en la seguridad ciudadana, además de en el flujo de inmigrantes y el sometimiento cultural.
Abocados estamos, a pesar de los tecnócratas, a que las clases medias salgan de su letargo y proclamen su indignación ante tanta injusticia en estos días de recesión económica grave, que a pesar de lo que vaticinan tantos políticos, no ha hecho más que comenzar. Pero la palabra crisis no significa otra cosa que cambio. Pero debemos evitar que ese cambio sea sangriento y violento, y que el terrorismo se convierta en el único modo de llevarlo a cabo. Si la lengua es más poderosa que la espada es tiempo de demostrarlo. Si los grupos armados o los poderosos lobbys económicos hacen callar a los ciudadanos con sus distintas armas, más personas saldrán a defender sus derechos de libertad e igualdad.
Creo que en breve llegará el día en que los ciudadanos digan basta y quieran recuperar la soberanía democrática. En manos de los gobiernos actuales está la llave para retomar el camino correcto, de intervenir mucho más en la gestión y desarrollo de los países, porque si no estallará la violencia y esta nos llevará a la destrucción y a la ruina. De lo cual la humanidad se recuperaría, posiblemente, siempre a costa de los más perjudicados y donde todo cambiaría para que nada cambie. Eso no lo podemos volver a consentir. Dejo la decisión en vuestras manos.
Bosco Ferri.
P.D: Tomás Moro dijo: “Si viviéramos en un estado donde la virtud fuera rentable, el sentido común nos haría ser santos, pero si vemos que la avaricia, la ira, la vanidad y la estupidez rinden más beneficios que la caridad, la modestia, la paciencia y la inteligencia la rebelión está justificada, aún corriendo el riesgo de ser héroes”.
1 comentario:
"Talento" Ferri.
Muy bien escrito. Totalmente de acuerdo. Lamentablemente, supongo que porque no interesa, dudo mucho que los que tienen la llave para cambiar el rumbo tengan realmente itención de hacerlo. Sólo espero que no sigan tensando la cuerda con el riesgo de que parte de la sociedad, al no tener mucho que perder, arremeta contra todo y todos, contra sí misma.
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